Respuesta :
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Frenético, imparable, multitudinario, así venía el mundo, que, entre la prisa y el culto a lo inmediato, había perdido la memoria y se había refugiado en las negaciones de la ruina del medioambiente y de la decadencia de la moral. Un mundo sin líderes, sin dirigencias, lleno de personajes de pacotilla, de vendedores de humo, saturado de disparates, ahogado en las redes sociales y en las políticas de tercer orden.
Ese mundo, al impulso de la pandemia, se estrelló contra la impávida realidad que nos puso frente al espejo y nos obligó a mirarnos a los ojos. Ese mundo ahora debe, además, reconocerse en las miserias de la guerra, en los horrores de los bombardeos, en los fracasos de la política, en vaciedad de los discursos. Ese mundo arrogante, lleno de Estados de papel, de instituciones inservibles, venía jugando con la paz, ignorando los apetitos de los imperios, negando la sensatez. Y enterrando cada día la ética.
Ahora, las masas de gente inocente que huye de sus hogares destruidos en Ucrania, como huyeron de la destrucción de Siria, nos increpa con su silencio y sus lágrimas, increpa a los poderes de todos los signos, y pone en evidencia la vaciedad de las justificaciones, la inutilidad de la burocracia internacional, la arrogancia y la torpeza de sus dirigentes.
La geopolítica juega sus apuestas mientras la gente fuga, los niños mueren, caen las casas y los monumentos, caen siglos de historia. La paz se ha vaciado; el derecho y las instituciones han quedado para proclamas y foros, para declaraciones. Nada de eso sirve frente a ciudades arrasadas, ante los cadáveres de transeúntes inocentes, de familias rotas para siempre y de hogares incendiados. Nada de eso sirve ante los trenes atestados de fugitivos.
Las “razones”, los pretextos de todas las guerras, solo sirven para demostrar su barbarie. Las tácticas de los imperios, sus pactos, y la literatura diplomática demuestran las ficciones en que han vivido anclados los poderes del mundo, ficciones de la paz y del Derecho Internacional: fracasos que hay que admitir con rigor y responsabilidad. Fracaso de un mundo donde no hay cabida para la humanidad a no ser que se la entienda como pieza de recambio y carne de cañón, como estadística y pretexto para ejercer el poder. Humanidad útil para el consumo, pero prescindible cuando estorba. Humanidad que sirve para legitimar la dominación con los votos, para alimentar la voracidad de los dueños del mundo. Humanidad cuyo destino es morir bajo las balas y las bombas, migrar de las dictaduras y las guerras, someterse y callar. Humanidad dolida. Humanidad prescindible, manipulable. Consumidora y votante.
Pandemia y guerra están cambiando los destinos que hasta hace poco tiempo apuntaban al progreso indefinido, y que, de un día para otro, caducó para dejarnos una época marcada por la incertidumbre, que alimenta, sin embargo, otros juegos del poder, otros cálculos, muchas indiferencias, y otras tantas ignorancias.
Por acá, mientras tanto, las pequeñas estaturas pelean sin descanso por otro retazo de poder. Pelean de espaldas a todo.
Explicación:
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