Que esta actitud ritual hacia el alimento y los niños, hacia la nutrición y la propagación interpretadas en términos de providencia divina, estaba establecida antes de finalizar la última glaciación, hace unos 20.000 años, lo demuestran los testimonios arqueológicos hallados en época reciente. Así, por ejemplo, las esculturas, grabados y frescos de motivos animales que se han descubierto en las cavernas paleolíticas del sudoeste de Francia y a ambos lados, español y francés, de los Pirineos, sólo se pueden explicar como parte de una técnica ritual de bandas de cazadores. Con frecuencia las pinturas se encuentran en rincones inaccesibles de cuevas tortuosas, a los que aún hoy, con material moderno, a menudo no es posible llegar sin dificultades considerables e incluso cierto riesgo. En los montes de caliza de Puente Viesgo, por ejemplo, un pequeño manantial de aguas termales situado en la provincia de Santander, en la región cantábrica española, hay dos cuevas decoradas, una conocida con el nombre de El Castillo, la otra con el de La Pasiega. La más fácil de explorar es la de El Castillo, pero aun así se requiere la ayuda de un guía experto para llegar hasta la pléyade de pinturas y grabados de caballos, bisontes, elefantes, gamuzas e íbices paleolíticos, junto a los cuales figura un curioso friso de siluetas de manos humanas. La cueva de La Pasiega, situada a menos de un kilómetro al otro lado del valle, es un verdadero laberinto de minúsculos pasadizos a los que sólo es posible acceder descendiendo por un pozo de casi dos metros de profundidad. Siguiendo un corredor bajo y tortuoso que conduce a una extensa red de pasadizos, y tomando uno de estos a la derecha, se llega, tras mucho gatear, a una cámara que contiene numerosos Dibujos de animales y una estructura de piedra semejante a un trono. Toda la comarca está salpicada de cavernas con decoracióni parecida, pocas de ellas de fácil acceso, si bien ninguna es tan difícil de explorar como la de La Pasiega, o, al otro extremo de la Península, la que se conoce con el nombre de La Pileta, próxima a la ciudad malagueña de Ronda. En La Pileta se necesitan cuerdas y escalas para contemplar la magnífica colección de estilos del arte paleolítico que atesora esta gran «galería» en lo alto de la sierra.