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La política de Lonardi hacia los sindicatos tenía la clara intención de alejarlos del peronismo mediante concesiones y tratando de mostrarles que su gobierno no derogaría la legislación laboral vigente. No obstante estos deseos eran contradictorios con su política económica que significaba retornar a 1943.
Ni bien juró como presidente, en su discurso desde los balcones de la Casa Rosada dejó en evidencia su intención de separar al sindicalismo de la influencia peronista. Mientras se refería al peronismo como “torpe caricatura de justicia” y afirmaba que “… la Argentina dio al mundo el primer ejemplo de un gobierno absolutamente totalitario, armado de todas las armas de la propaganda y la fuerza, secundado por una porción engañada pero ponderable de la población”. Con respecto al gremialismo decía: “Ya he dicho en Córdoba que los sindicatos serán libres y las
legítimas conquistas de los trabajadores serán mantenidas y superadas. Tanto como la de mis compañeros de armas, deseo la colaboración de los obreros y me atrevo a pedirles que acudan a mí con la misma confianza que lo hacían con el gobierno anterior. Buscarán en vano al demagogo, pero tengan la seguridad de que siempre encontrarán un padre o un hermano”. (43)
El presidente no podrá cumplir con sus promesas y muchos menos controlar las huestes del bando golpista que se lanzaron a asaltar los sindicatos desplazando a sus legítimas autoridades.
A los pocos días del golpe se desmiente que el secretario general de la CGT, Héctor Hugo Di Prieto, hubiera sido detenido, el 25 de septiembre se reúne con el presidente, al salir realizó una declaración sobre las promesas de Lonardi. Di Prieto le informa a los periodistas que había recibido las más amplias garantías sobre la seguridad del general Perón de acuerdo a las normas de asilo político, además comunicaba que no existía por parte del gobierno intención de intervenir la CGT, los sindicatos, ni el diario La Prensa que se encontraba bajo la administración de la Central Obrera.
El comunicado de la CGT luego de la reunión decía: “En consecuencia, confiados los trabajadores en la palabra del señor Presidente Provisional, deben proseguir trabajando en sus respectivos empleos en paz y tranquilidad, contribuyendo al mantenimiento de la producción deben continuar ejerciendo sus derechos sindicales, en forma solidaria y disciplinada, acatando únicamente las directivas de la CGT, sin prestarse a maniobras que tratan de inducir a los trabajadores a perturbar la normalización del país.” (44)
Como se verá no existía una decisión de enfrentamiento entre el nuevo gobierno y los dirigentes sindicales, se entablaron negociaciones, por parte del sindicalismo se intentaba mantener las conquistas sociales, desde el gobierno de Lonardi se quería captar al sector gremial para despegarlo del peronismo. A estas intenciones se oponían los sectores más recalcitrantes del gorilismo liberal que no aceptaban ninguna posibilidad de conciliación.
El Ministro de Trabajo Luis Benito Cerrutti Costa quién había sido asesor de varios sindicatos, entre ellos la UOM, al poco de asumir se entrevistó con Di Pietro e incluso concurrió a visitar el sindicato de los metalúrgicos.
Paralelamente Cerrutti Costa advirtió a los empresarios que serían sancionados aquellos que continuaran aplicando medidas disciplinarias contra los trabajadores. La percepción empresaria les permitió ver que había llegado el momento de la revancha contra aquellos trabajadores que habían impuesto las conquistas del gobierno peronista.
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