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Frente a ambos conflictos, Venezuela se mantuvo neutral: durante la Primera Guerra Mundial por completo, mientras que en la Segunda Guerra Mundial sostuvo su postura neutral hasta el año 1942.
Explicación:
espero te ayude
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espero te sirva corona plis de q parte de venezuela ers yo de barinas
Explicación:
Casi 30 millones de muertos, heridos y desaparecidos. Europa convertida en un desastre, con el mundo como testigo. Y un puñado de venezolanos, de distintos bandos, fue protagonista del mayor conflicto de la historia: la Primera Guerra Mundial.
El duelo entre los Aliados, vencedores –Francia, Reino Unido, Imperio Rusio, Reino de Italia, Estados Unidos, entre otros-, y las Potencias Centrales, las derrotadas –Imperio austrohúngaro, alemán, otomano y Reino de Bulgaria-, se extendió entre 1914 y 1918.
El trujillano, de gran arraigo en el Zulia, Ismael Urdaneta; el caraqueño Luis Camilo Ramírez Rivas, el merideño José de Jesús Sánchez Carrero, el sucrense José Bastardo García, el bolivarense Ángel Santos Palazzi y el varguense Mario Velásquez Machado bajo las banderas de Francia; el marabino Carlos Meyer Baldó con el Imperio Alemán y el tachirense Rafael de Nogales Méndez con el Otomano fueron los de mayor renombre. El investigador Clemente Balladares, autor de una biografía sobre Meyer Baldó, habla de hasta 24 criollos que sirvieron a Francia.
Desde las cálidas tierras del Caribe, de playa y sol; desde los fríos Andes cafeteros, hacia las humeantes ruinas de los Dardanelos, Galípoli, el Somme, Marne, Verdún, Alejandría, Serbia, Ucrania, de barro y cadáveres, hacia los cielos con aires de pólvora de Ypres y Hamburgo. En todos se derramaron sangre, sudor y lágrimas venezolanas.
El Gobierno del General Juan Vicente Gómez se mantuvo estrictamente neutral durante el conflicto bélico. Pese a la admiración que, desde los altos mandos venezolanos, se manifestó por la fuerza alemana –el orden prusiano, los bigotes del Káiser imitados por el “Benemérito”, el ‘pickelhaube’ (casco de pincho) y el paso de ganso-, primó la situación geoestratégica y comercial del país. El cacao y el café salían a todos los mercados europeos, sin distingo de su posición política, y por los puertos de Maracaibo y La Guaira llegaban productos del Viejo Continente.
Pero con el estallido de la Guerra los criollos, según sus ideales o raíces familiares, escogieron sus trincheras. Palazzi fue a defender a los suyos –era de familia corsa- en Francia, con la Legión Extranjera; Meyer Baldó a los alemanes –el país de su padre-. Los otros, por meras ansias de aventuras, con su mezcla de romanticismo, se unieron al conflicto. “Mi divisa ha sido siempre”, contaba Nogales Méndez en sus Memorias, “Cuando veas una guerra buena, alístate para combatir en ella”.
Recordaba el historiador y diplomático Caracciolo Parra Pérez en un artículo escrito para este diario una anécdota con Urdaneta: “Cierto día me dijo en un café del Barrio Latino: ‘Es difícil saber lo que piensan todos los extranjeros de la Legión, pero sí sé que los venezolanos que servimos a Francia pensamos en Miranda”.
El poeta Ismael Urdaneta, nacido en 1885 en el puerto de Moporo, en Trujillo, se alistó en la Legión Extranjera. Luchó en Turquía y el norte de África, en los Balcanes y en Europa central. Perdió el oído izquierdo en Los Dardanelos y el pie izquierdo en Verdún.
En 1915 escribía, en una reseña destacada en PANORAMA: “Hállome entre las tropas que, por desgracia, no sé, guardan la bella Argelia de Francia. Te digo, por mi desgracia, porque me hubiese considerado dichoso si me hubieran escogido para jugarme la piel en el Norte, cerca de la frontera que arde hoy como jamás la tierra ha visto semejante hoguera: el trágico fulgor pone espanto en los ánimos. En cuanto a mí, aún ignoro si iré a dejar los huesos noblemente allá abajo, ‘au front”.
Este diario reprodujo, el 19 de febrero de 1916, un poema de Urdaneta desde Galípolí. “Sobre la cumbre el ojo insatisfecho / del enemigo proyector explora / con su brillo glacial, nuestra avizora / primera línea, al borde del Estrecho (…) La bala en fuga el parapeto amaga / con enervante estrépito, o se pierde / entre la sombra en curvatura aciaga. / Y qué horror si en macábrico desaire / en un cadáver insepulto muerde, / profana a ciegas y empozoña el aire”.