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Los estudios de humanidades son quizás hoy en día los menos valorados en la sociedad occidental porque no generan capital ni son útiles a un nivel de praxis, a un nivel empresarial o industrial. El hombre del pasado no es otro que el hombre del presente. Las personas continuamos teniendo las mismas preocupaciones y las mismas aspiraciones en la vida. En el fondo, las cosas que nos hacen reír o llorar son las mismas que las de ayer: una comedia, la pérdida de un ser querido o el primer beso de amor nos causan las mismas sensaciones que a nuestros antepasados.
No importa si vamos al cine o al teatro. Tampoco es importante si el ser querido es malvado o si la persona amada nos rechaza más tarde. Sentimos como sentían hace más de 2.500 años y eso es formidable. Podéis leer cualquier comedia de Aristófanes y os daréis cuenta que lo que nos hace gracia no son las particularidades, sino el lenguaje universal que es propio del hombre. Podéis leer también Antígona para ver cómo se enfrenta a una gran pérdida humana o consultar la Eneida para daros cuenta que el amor es universal. no estoy de acuerdo con el trato que reciben las humanidades. Mucho menos con el trato que se le da a la literatura y la poesía española teniendo a Cervantes, a Salvador Dalí, a Gabriela Mistral, etc
Occidente está construyendo un nuevo mundo olvidando sus propias raíces, sus tradiciones, su familia. La ciencias están tomando el relevo aunque, en el fondo y como siempre, procuran responder las mismas preguntas: ¿de dónde venimos? ¿a dónde vamos? ¿quiénes somos? Aunque, claro, se hace mediante nuevos instrumentos. Reconociendo la importancia de la ciencia, diría Huxley, es hora de que las humanidades marquen el ritmo y caminemos todos juntos.