La ascensión de Guillermo Billinghurst a la presidencia de la República en 1912 representó un paréntesis en esta sucesión de presidentes civilistas. Su candidatura encarnó la oposición al civilismo dominante y atrajo a los sectores de la sociedad hasta entonces desdeñados por ellos.
Tras frustrarse el proceso electoral en 1912 a raíz de un paro convocado por los partidarios de Billinghurst, el Congreso, pese a estar dominado por civilistas, se inclinó por otorgarle el mando presidencial.
Durante su breve gobierno se establecieron ciertas medidas populistas, como la primera ley de ocho horas de trabajo, precipitada tras una prolongada huelga de trabajadores portuarios en 1913. Sin embargo, esta ley sólo benefició a los trabajadores de los muelles del Callao.
De otra parte, su gobierno tuvo que enfrentar la férrea oposición civilista en el Congreso