Tras infructuosos esfuerzos, Enrique no logró hacerse con París y, en un acto de realismo político y accediendo a las condiciones del rey de España, dio ese paso el 25 de julio de 1593 convirtiéndose al catolicismo, momento en que se le atribuye la célebre frase:
«París bien vale una misa» (Paris vaut bien une messe).
Queriendo decir con ello que en el fondo siguió siendo calvinista, disfrazado de católico sólo para llegar al poder. O bien que daba igual la religión, mientras tuviera el poder