El sistema en boga durante la primera mitad del siglo XIX aseguraba que las viejas elites conservaran las ventajas que se tenían desde tiempos coloniales; si bien las castas habían sido abolidas, prevalecía una discriminación con base en recursos económicos: solo aquellos con rentas anuales mayores o iguales a cantidades determinadas podrían votar o aspirar a diferentes puestos de elección popular, a mayor el caudal poseído por un individuo, mas alto el rango al que podía aspirar. Este sistema fortalecía una discriminación racial, ya que la gran mayoría de los indígenas y las personas morenas por lo general eran pobres.