Respuesta :
La segunda tradición. La conspiración de la saya y manto, se aproxima
más al cuento y tiene como propósito servir como marco para mostrar
M forge Basadre, Perú, problema y posibilidad (Lima: Banco Internacional, 1979),
117.'
'- Alberto Varillas Montenegro, Obrai completas Manuel Ascemio Segura, tomo 1
(Lima: Universidad de San Martín de Forres, 2005), 109.
" Fbíd., 127.
*A Ricardo Palma, «La conspiración de la saya v manto,» Tradiciones peruanas,
edición de Carlos Villanes Cairo (Madrid; Cátedra, I994)r 624-628.
Ricardo Palma, «La tradición de la saya v el manto," Tradiciones peruanas ^Buenos
Aires; Espasa-Calpe, 1962), 111-116. '
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M W.vr-;n\ i AH'ÍT-v [jTi-.kAivKA
la vivacidad y la chispa de la mujer limeña. Palma subraya este proposito
al decir: «Y luego que la picara saya y manto tenía la oculta virtud
de avivar el ingenio de las hembras, y ya habría para llenar un tomo
con las travesuras y agudezas que de ellas se relatan»-1''. Esta tradición
es la que nos parece más interesante pues presenta un elemento del
país imaginado, es decir del mundo utópico criollo creado primero
por los costumbristas Segura y Fierro y luego por Palma". José Miguel
Oviedo ha visto en Palma «el ánimo regresivo de la pequeña burguesía
peruana que contemplaba con nostalgia su propio pasado» y Palma
nos delinea claramente las fronteras de este mundo cuando dice:
«Nuestras abuelas, que eran más risueñas que las cosquillas, supieron
hacer de la vida un carnaval constante»-*". Más adelante, en esta misma
tradición, relaciona la definición de lo criollo con la presentación de
la tapada, cuando afirma: «pero lo que no resucitará como Lázaro es
la festiva chachara, la espiritual agudeza, la sal criolla, en iin, de la
tapada limeña»39.
El papel de las mujeres como seres marginados por la sociedad,
pero que luchan coa su astucia para sobrevivir, es un tema constante
también en el teatro de Segura
Ricardo Palma en su tradición "La Conspiración de la Saya y el Manto" nos dice: "Las antiguas limeñas parecían fundidas en un mismo molde. Todas ellas eran de talle esbelto, brazo regordete y con hoyuelo, cintura de avispa, pie chiquirritico y ojos negros, rasgados, habladoras como un libro y que despedían más chispas que volcán en erupción. Y luego una mano, ¡qué mano, Santo Cristo de Puruchuco! Digo que no eran dedos los de esa mano, sino que eran claveles de a cinco en ramo." Pero porque despertó tanta fascinación este traje de las mujeres limeñas de antaño?
La saya era una falda de seda grande y larga, de colores azul, castaño, verde o negro. Para asegurarla se usaba un cinturón que la ceñía al talle de la mujer. No era extraño que algunas menos agraciadas usaran caderas postizas que exageraban sus dotes naturales. Por debajo de esta falda se podía ver el pequeño pie (calzado con un zapato de raso bordado) que también hizo famosas a las antiguas limeñas. El manto también era de seda, se ataba a la cintura y subía por la espalda hasta cubrir la cabeza y el rostro, dejando al descubierto tan sólo un ojo y acaso los brazos.
La saya contorneaba las caderas y el manto cubría la cabeza y el rostro, excepto, por supuesto, un único ojo. Tras el manto podía habitar una abuela desdentada así como una mujer tuerta picada por la viruela. Las posibilidades eran muchas como muchos debieron ser las ocasiones en que muchachos galantes o "viejos verdes" derrocharon piropos antes esposas, cuñadas, suegras, madres o hijas que podían ocultar su verdadera identidad tras los mantos.
Al respecto, la viajera franco-peruana Flora Tristan nos sigue contando respecto al traje: "Una limeña con saya o vestida con un lindo traje llegado de París no es la misma mujer. Se busca en vano, bajo el vestido parisién, a la mujer seductora que se encontró por la mañana en la iglesia de Santa María. Por eso mismo, en Lima todos los extranjeros van a la iglesia, no para oír cantar a los frailes el oficio divino, sino para admirar, bajo su vestido nacional, a esas mujeres de naturaleza aparte. Todo en ellas está, en efecto, lleno de seducción. Sus posturas son tan encantadoras como su paso y cuando están de rodillas inclinan la cabeza con malicia, dejando ver sus lindos brazos cubiertos de brazaletes, sus manitas con los dedos resplandecientes de sortijas que recorren un grueso rosario con una agilidad voluptuosa, mientras sus miradas furtivas llevan la embriaguez hasta el éxtasis (...) las mujeres de Lima gobiernan a los hombres porque son muy superiores a ellos en inteligencia y en fuerza moral... La inteligencia no se desarrolla sino por sus fuerzas naturales. Por esta causa, la preeminencia de las mujeres de Lima sobre el otro sexo, por inferiores que sean a las mujeres europeas con relación a la moral, debe atribuirse a la superioridad de inteligencia que Dios les ha concedido.
Se debe también hacer notar cuán favorable es la indumentaria de las limeñas para secundar su inteligencia y hacerles adquirir la gran libertad y la influencia dominante de que gozan. Si alguna vez abandonaran aquel traje sin adoptar nuevas costumbres, si no reemplazaran los medios de seducción que les proporciona este disfraz por la adquisición de talentos y virtudes que tengan como objetivo la felicidad y el perfeccionamiento de los demás, virtudes cuya necesidad no han sentido hasta ahora, se puede predecir, sin vacilar, que perderán enseguida todo su imperio, caerán muy bajo y serán tan desdichadas como pueden serlo las criaturas humanas. No podrán ya entregarse a esa actividad incesante que favorece su incógnito y serán presa del tedio sin ningún medio de suplir la falta de estimación que se profesa, en general, a los seres que no son accesibles sino a los goces de los sentidos.
más al cuento y tiene como propósito servir como marco para mostrar
M forge Basadre, Perú, problema y posibilidad (Lima: Banco Internacional, 1979),
117.'
'- Alberto Varillas Montenegro, Obrai completas Manuel Ascemio Segura, tomo 1
(Lima: Universidad de San Martín de Forres, 2005), 109.
" Fbíd., 127.
*A Ricardo Palma, «La conspiración de la saya v manto,» Tradiciones peruanas,
edición de Carlos Villanes Cairo (Madrid; Cátedra, I994)r 624-628.
Ricardo Palma, «La tradición de la saya v el manto," Tradiciones peruanas ^Buenos
Aires; Espasa-Calpe, 1962), 111-116. '
50
M W.vr-;n\ i AH'ÍT-v [jTi-.kAivKA
la vivacidad y la chispa de la mujer limeña. Palma subraya este proposito
al decir: «Y luego que la picara saya y manto tenía la oculta virtud
de avivar el ingenio de las hembras, y ya habría para llenar un tomo
con las travesuras y agudezas que de ellas se relatan»-1''. Esta tradición
es la que nos parece más interesante pues presenta un elemento del
país imaginado, es decir del mundo utópico criollo creado primero
por los costumbristas Segura y Fierro y luego por Palma". José Miguel
Oviedo ha visto en Palma «el ánimo regresivo de la pequeña burguesía
peruana que contemplaba con nostalgia su propio pasado» y Palma
nos delinea claramente las fronteras de este mundo cuando dice:
«Nuestras abuelas, que eran más risueñas que las cosquillas, supieron
hacer de la vida un carnaval constante»-*". Más adelante, en esta misma
tradición, relaciona la definición de lo criollo con la presentación de
la tapada, cuando afirma: «pero lo que no resucitará como Lázaro es
la festiva chachara, la espiritual agudeza, la sal criolla, en iin, de la
tapada limeña»39.
El papel de las mujeres como seres marginados por la sociedad,
pero que luchan coa su astucia para sobrevivir, es un tema constante
también en el teatro de Segura
Ricardo Palma en su tradición "La Conspiración de la Saya y el Manto" nos dice: "Las antiguas limeñas parecían fundidas en un mismo molde. Todas ellas eran de talle esbelto, brazo regordete y con hoyuelo, cintura de avispa, pie chiquirritico y ojos negros, rasgados, habladoras como un libro y que despedían más chispas que volcán en erupción. Y luego una mano, ¡qué mano, Santo Cristo de Puruchuco! Digo que no eran dedos los de esa mano, sino que eran claveles de a cinco en ramo." Pero porque despertó tanta fascinación este traje de las mujeres limeñas de antaño?
La saya era una falda de seda grande y larga, de colores azul, castaño, verde o negro. Para asegurarla se usaba un cinturón que la ceñía al talle de la mujer. No era extraño que algunas menos agraciadas usaran caderas postizas que exageraban sus dotes naturales. Por debajo de esta falda se podía ver el pequeño pie (calzado con un zapato de raso bordado) que también hizo famosas a las antiguas limeñas. El manto también era de seda, se ataba a la cintura y subía por la espalda hasta cubrir la cabeza y el rostro, dejando al descubierto tan sólo un ojo y acaso los brazos.
La saya contorneaba las caderas y el manto cubría la cabeza y el rostro, excepto, por supuesto, un único ojo. Tras el manto podía habitar una abuela desdentada así como una mujer tuerta picada por la viruela. Las posibilidades eran muchas como muchos debieron ser las ocasiones en que muchachos galantes o "viejos verdes" derrocharon piropos antes esposas, cuñadas, suegras, madres o hijas que podían ocultar su verdadera identidad tras los mantos.
Al respecto, la viajera franco-peruana Flora Tristan nos sigue contando respecto al traje: "Una limeña con saya o vestida con un lindo traje llegado de París no es la misma mujer. Se busca en vano, bajo el vestido parisién, a la mujer seductora que se encontró por la mañana en la iglesia de Santa María. Por eso mismo, en Lima todos los extranjeros van a la iglesia, no para oír cantar a los frailes el oficio divino, sino para admirar, bajo su vestido nacional, a esas mujeres de naturaleza aparte. Todo en ellas está, en efecto, lleno de seducción. Sus posturas son tan encantadoras como su paso y cuando están de rodillas inclinan la cabeza con malicia, dejando ver sus lindos brazos cubiertos de brazaletes, sus manitas con los dedos resplandecientes de sortijas que recorren un grueso rosario con una agilidad voluptuosa, mientras sus miradas furtivas llevan la embriaguez hasta el éxtasis (...) las mujeres de Lima gobiernan a los hombres porque son muy superiores a ellos en inteligencia y en fuerza moral... La inteligencia no se desarrolla sino por sus fuerzas naturales. Por esta causa, la preeminencia de las mujeres de Lima sobre el otro sexo, por inferiores que sean a las mujeres europeas con relación a la moral, debe atribuirse a la superioridad de inteligencia que Dios les ha concedido.
Se debe también hacer notar cuán favorable es la indumentaria de las limeñas para secundar su inteligencia y hacerles adquirir la gran libertad y la influencia dominante de que gozan. Si alguna vez abandonaran aquel traje sin adoptar nuevas costumbres, si no reemplazaran los medios de seducción que les proporciona este disfraz por la adquisición de talentos y virtudes que tengan como objetivo la felicidad y el perfeccionamiento de los demás, virtudes cuya necesidad no han sentido hasta ahora, se puede predecir, sin vacilar, que perderán enseguida todo su imperio, caerán muy bajo y serán tan desdichadas como pueden serlo las criaturas humanas. No podrán ya entregarse a esa actividad incesante que favorece su incógnito y serán presa del tedio sin ningún medio de suplir la falta de estimación que se profesa, en general, a los seres que no son accesibles sino a los goces de los sentidos.