Respuesta :
El trazado
de los pueblos era similar entre sí: una plaza en el centro, a un lado la
iglesia la casa de los sacerdotes, escuelas, talleres, depósitos, las casas de
las viudas y huérfanos y, en los demás lados, las casas de los indígenas, de
ladrillo o piedra, con techo de dos aguas que cubría las aceras.
El
gobierno de cada reducción estaba a cargo de un corregidor indio, nombrado por
el gobernador después de consultar a los misioneros, y un cabildo, formado de
la misma manera que los de las ciudades españolas y compuesto también por
indígenas. Estas autoridades no podían aplicar castigos sin consultar a los
padres jesuitas. Los españoles no tenían ninguna participación en dicho
gobierno; se trataba de evitar con esta medida los abusos que frecuentemente se
cometían. Les estaba prohibido residir en las reducciones, pero podían ser
alojados si estaban de paso. La justicia era ejercida por los misioneros que
aplicaban, por lo general, castigos de azotes.
Los dos
sacerdotes que estaban al frente de cada pueblo se encargaban del gobierno
espiritual y la organización de la vida indígena. Las tareas diarias comenzaban
y terminaban con oraciones y cantos. La base de la instrucción fue el
catecismo. Las fiestas religiosas eran celebradas con particular entusiasmo y
realce.