Respuesta :
La última gota
Había una vez un niño que era bipolar, se llamaba Marcos y vivía con sus padres, Tomas y Juana. Todos los días Marcos quedaba solo en su casa, el tenía una grave enfermedad llamada bipolaridad. Algunos días se sentia feliz pero otros veía ese aujero negro y su voz interior insultandolo. Al salir a la calle la gente se burlaba de el y los niños de su edad lo golpeaban, en el colegio lo despresiaban sin motivo alguno, sus voces interiores volvían a aparecer diciendole que se mate. Todos los dias el llegaba a su casa luego de la escuela y se daba la cabeza contra la pared, cuando sus padres llegaban se peleaban y su padre lo golpeaba, los padres no les daban mucha importancia a la enfermedad de Marcos.
Un día como cualquier otro marcos fue golpeado e insultado por sus compañeros de colegio, las voces volvían a aparecer pero estas eran aun peores. Se odiaba a si mismo, se creía completamente nadie delante de los demas. Fue corriendo a su casa y se puso a llorar queriendo ponerle fin a su enfermedad.
Al llegar del trabajo sus padres lo llamaron, pero este no fue. Lo empezaron a buscar, entraron a la sala y vieron a Marcos colgando de un soga con la sonrisa de alguien que habia ganado una larga batalla. Sus padres precensiaron a Marcos dejando caer la ultima gota de llanto.
espero q te ayude
Había una vez un niño que era bipolar, se llamaba Marcos y vivía con sus padres, Tomas y Juana. Todos los días Marcos quedaba solo en su casa, el tenía una grave enfermedad llamada bipolaridad. Algunos días se sentia feliz pero otros veía ese aujero negro y su voz interior insultandolo. Al salir a la calle la gente se burlaba de el y los niños de su edad lo golpeaban, en el colegio lo despresiaban sin motivo alguno, sus voces interiores volvían a aparecer diciendole que se mate. Todos los dias el llegaba a su casa luego de la escuela y se daba la cabeza contra la pared, cuando sus padres llegaban se peleaban y su padre lo golpeaba, los padres no les daban mucha importancia a la enfermedad de Marcos.
Un día como cualquier otro marcos fue golpeado e insultado por sus compañeros de colegio, las voces volvían a aparecer pero estas eran aun peores. Se odiaba a si mismo, se creía completamente nadie delante de los demas. Fue corriendo a su casa y se puso a llorar queriendo ponerle fin a su enfermedad.
Al llegar del trabajo sus padres lo llamaron, pero este no fue. Lo empezaron a buscar, entraron a la sala y vieron a Marcos colgando de un soga con la sonrisa de alguien que habia ganado una larga batalla. Sus padres precensiaron a Marcos dejando caer la ultima gota de llanto.
espero q te ayude
ImpulsoPor Santiago
Enviado el 06/06/2013, clasificado en Drama
29 visitasSe asomó a la ventana y miró hacia arriba, a las estrellas, esperando que bajara un ángel del cielo y la rescatara de aquella vida de mierda. Por detrás de ella, los ronquidos le impedían pensar con claridad, y no paraban, al contrario, parecían cada vez más sonoros. Agarró bien fuerte una de las macetas con ansias de lanzársela a la cabeza, a ver si de una vez se callaba, y así se mantuvo, con el brazo en alto y desvelada, mientras observaba el reloj y pensaba en las horas que le quedaban para ir a limpiar las mesas de sus compañeros, todos muy simpáticos, pero a cual más guarro. Miró al cielo y vio que el ángel no bajaba, ¿en qué momento la habría olvidado? Echó un vistazo hacia abajo, a los cuatro pisos que la separaban de la carretera, ¿Cincuenta metros? ¿cien? ¿Qué más daba?, un simple número sin importancia, una cifra que no significaba nada, como todo lo demás, que nada significaba nada, solo minutos, metros, horas, días y segundos, y ronquidos y mierda que limpiar, y el dichoso ángel que no bajaba, y un solo impulso que borraría todo.
Enviado el 06/06/2013, clasificado en Drama
29 visitasSe asomó a la ventana y miró hacia arriba, a las estrellas, esperando que bajara un ángel del cielo y la rescatara de aquella vida de mierda. Por detrás de ella, los ronquidos le impedían pensar con claridad, y no paraban, al contrario, parecían cada vez más sonoros. Agarró bien fuerte una de las macetas con ansias de lanzársela a la cabeza, a ver si de una vez se callaba, y así se mantuvo, con el brazo en alto y desvelada, mientras observaba el reloj y pensaba en las horas que le quedaban para ir a limpiar las mesas de sus compañeros, todos muy simpáticos, pero a cual más guarro. Miró al cielo y vio que el ángel no bajaba, ¿en qué momento la habría olvidado? Echó un vistazo hacia abajo, a los cuatro pisos que la separaban de la carretera, ¿Cincuenta metros? ¿cien? ¿Qué más daba?, un simple número sin importancia, una cifra que no significaba nada, como todo lo demás, que nada significaba nada, solo minutos, metros, horas, días y segundos, y ronquidos y mierda que limpiar, y el dichoso ángel que no bajaba, y un solo impulso que borraría todo.