En 1936, los Juegos Olímpicos de invierno y de verano se celebraron en la Alemania Nazi, respectivamente en Garmisch-Partenkirchen (Baviera) y Berlín. En esta doble ocasión, el deporte sirvió para aplicar la estética nazi y fue usado como vehículo de propaganda por el régimen hitleriano como nunca antes había ocurrido.
La elección de las sedes no fue particularmente polémica. Sin embargo, tras la subida de Hitler al poder, hubo propuestas de boicot e incluso intentos de organizar olimpiadas alternativas. Durante los juegos, Alemania redujo la represión antisemita e intentó mostrar una mejor imagen al mundo. Al mismo tiempo, el gobierno alemán llevó a cabo una campaña diplomática intentando captar la simpatía de dignatarios extranjeros que visitaron el país durante los juegos. Para la posteridad, los juegos quedaron esecialmente asociados a la figura de Jesse Owens.